Rostros de un mar de plástico
- Linda Lucía Ballestas Torres
- 22 may 2023
- 20 Min. de lectura
Actualizado: 24 jun 2023
Los habitantes de la zona costera del Parque Nacional Natural Uramba, en Bahía Málaga, padecen los efectos de la contaminación por desechos plásticos que se producen y llegan a esta zona del pacífico. En sus corregimientos no existe un plan de manejo de residuos impulsado por comunitarios ni por las entidades gubernamentales, lo cual genera graves afectaciones a sus modos de vida, su salud y la de las especies.
“Las redes de pesca que dejan abandonadas en el mar y los residuos plásticos se han convertido en un problema porque vivimos del turismo, especialmente del avistamiento de ballenas y nos ha tocado ver estos animalitos muertos porque quedan enredados o se tragan los residuos” dijo Yesid López Murillo, miembro del Consejo Comunitario de Comunidades Negras (CCCN) de Ladrilleros cuando explica que la contaminación por residuos plásticos en esta zona del pacífico genera efectos negativos multisistémicos; casi como un pulpo que extiende sus tentáculos en varias direcciones al mismo tiempo.
“Súmele a eso el mal aspecto que le da a los turistas ver estas playas llenas de basura. Muchos visitantes después de ese primer impacto no vuelven a repetir este destino”, indicó.

Playa de Juanchaco luego de un día de puja, es decir, luego de que el nivel del mar crece demasiado, durante la luna llena y luna nueva, arrastrando los residuos hasta el fondo de la zona costera, dejándolos visibles cuando regresa la marea baja. Fotografía: Linda Lucía Ballestas Torres @lindaluciabt
Aquí el problema de la acumulación de residuos no ocurre únicamente en el mar, pues las imágenes de este panorama en la zona costera hablan por sí solas. Se ven residuos a lo largo de toda la arena, debajo del muelle y de las casas construidas como palafitos.

Niña de la Playa Juanchaco juega a recoger arena en una botella de plástico que utiliza como bolso o canasto. Fotografía: Linda Lucía Ballestas Torres @lindaluciabt
Sin importar que la playa se haya limpiado ese mismo día, la escena se repetirá en cuestión de horas. Y no porque sus habitantes arrojen nuevamente la basura a la arena, sino porque aquí, en el pacífico, la marea cambia cada seis horas con variaciones de hasta tres metros, arrastrando consigo los desechos del mar y acumulándolos de regreso en la costa.
Para algunos habitantes como Gustavo Asprilla, líder local y miembro del CCCN de Juanchaco, el plástico se ha convertido en un residuo con el que literalmente ya no se sabe qué hacer porque está en todos lados, incluso entre los manglares.
“Esta basura termina en el estómago de los peces, porque la confunden con comida; pero están también en los fondos rocosos y hasta en los manglares afectando la piangua, el camarón y los crustáceos”, dice Asprilla. En esta región los manglares no solo representan una fuente de vida para múltiples especies locales, sino que también resguardan entre sus largas raíces todo un legado ancestral de prácticas culturales y culinarias.
La piangua, Anadara tuberculosa, que menciona Asprilla, es un pequeño molusco de caparazón negro que se encuentra en los manglares y terrenos lodosos. Su recolección se conoce como el arte de pianguar y representa uno de los oficios ancestrales más representativos de las comunidades del Pacífico.

Zona manglar de Arrastradero - Sardinera en el corregimiento de Ladrilleros, Bahía Málaga. Fotografía: Camilo Plazas Vargas, @malpoeta_
María Murillo, cocinera y piangüera de la playa La Barra indica que "el problema también viene de los barcos que pasan por Buenaventura porque la basura que dejan llega hasta acá. Nosotros también producimos mucho plástico, pero lo quemamos para que no se vea por ahí. Pero el residuo que arrima del mar a la playa… ese si es un residuo que se nos sale de las manos".
Cuando doña María dice que estos desechos no tienen lugar en Bahía Málaga, está en lo cierto, pues ninguno de los corregimientos que la conforman cuenta con un servicio de recolección o gestión de residuos y mucho menos de aquellos que son plásticos, de modo que solo resta acumularlos indefinidamente afuera de las casas, enterrarlos en la arena o quemarlos en la playa.
"Yo tengo arrumados 5 bultos de botella allá en la parte de atrás del local, porque no tenemos qué hacer con ellos. Eso no se puede dejar ahí para que el turista lo vea" dice Liliana Gamboa, dueña de un hospedaje en Ladrilleros que lleva su nombre.
Como emprendedora local su testimonio evidencia una nueva cara del problema, pues quienes viven del turismo se encuentran entre la espada y la pared, ya que este territorio depende económicamente de los visitantes que disfrutan del turismo mochilero y ambiental; lo que explica la variedad de hostales que dinamizan esta zona, especialmente en la temporada de julio a octubre, que es cuando se pueden ver las ballenas Yubartas en el océano; un atractivo natural que asegura el bienestar de muchas familias, pero que a su vez representa una carga ambiental importante en términos de generación de residuos.
Sumado a la falta de un sistema de basuras, la geografía de este lugar, en forma de herradura con pequeñas cavernas, se convierte en una trampa natural en la que son capturados los desechos a través de los movimientos del mar. Además, a Bahía Málaga la rodean los ríos San Juan y Dagua, dos afluentes que desembocan en la zona y transportan desechos que terminan acumulándose en la zona costera. Como si se tratase de tres caminos de agua que se unen y a la vez transportan los residuos que genera la comunidad río arriba para terminar encontrándose con los que viajan por el mar.
Pese a que Ladrilleros, La Barra y Juanchaco son todos corregimientos diferentes del distrito de Buenaventura, las voces de las piangüeras, lancheros, pescadores y demás habitantes parecen hacer un eco interminable de las afectaciones que los residuos, en especial los plásticos, están generando a toda la bahía. Todos estos lugares, junto con los corregimientos de La Plata - Bahía Málaga y Puerto España -Miramar forman parte del área marina protegida conocida como Parque Nacional Natural Uramba.
La playa está enferma
En el más reciente informe de muestreo de basuras en playas de América Latina, llevado a cabo por el programa internacional Red de Científicos de la Basura, aparece reseñada la playa Juanchaco como una de las que presentan mayor contaminación por plásticos en sus ecosistemas.

Playa del corregimiento de Juanchaco, Bahía Málaga. Fotografía: Johann Cuta Jiménez. @johann.cuta
El estudio, que contó con los datos recolectados por Plástico Precioso Uramba y Plástico Infinito, dos emprendimientos colombianos de reciclaje, y se enfocó en el análisis de la macrobasura, es decir, de aquellos elementos de un tamaño mayor a 2,5 cm que podían encontrarse en la arena. La comparativa que deja a Colombia en el penoso top 5 de lugares más contaminados, fue obtenida luego de muestrear 136 sitios con el apoyo de 800 voluntarios, entre científicos y no científicos provenientes de México, Guatemala, El Salvador, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Perú, Chile y por supuesto Colombia durante el segundo semestre de 2022.
Los resultados arrojaron que, en promedio, es posible encontrar en la zona de playa de Juanchaco más de seis elementos considerados como basura por cada metro cuadrado de arena.
Además el informe resalta que, como tendencia general, más de la mitad de los residuos (el 62.4 %) estaban asociados a desechos plásticos. Situación que, según estos científicos, permite hacer una radiografía valiosa sobre el comportamiento de estos residuos en las zonas marino-costeras del pacífico latinoamericano, reforzando la teoría de que el plástico es un problema que se ha salido de control.
Según la Fundación Marviva, estudios científicos indicaron en 2016 que para 2050 el 73 % de los desechos en las costas serían plásticos. Sin embargo, en 2023 nueve playas de Latinoamérica tienen un promedio de 62 % de residuos de este tipo.
Para el biólogo marino y doctor en oceanografía Martin Thiel este flagelo no está afectando exclusivamente a Juanchaco, ni a Bahía Málaga“con este trabajo tenemos un primer diagnóstico de las playas de América Latina en el pacífico y nos damos cuenta que tenemos un problema muy serio de basura en la región, principalmente generado por plásticos de un solo uso y por materiales que son desechados por la pesca industrial y artesanal” dice.
Para el caso de Colombia, la problemática de la basura plástica es aún más evidente, pues el 92,5 % de la basura encontrada en Juanchaco era de este tipo. La mayoría de estos desechos estaban conformados por poliestireno expandido, popularmente conocido en nuestro país como “icopor”, el cual, debido a su capacidad porosa es capaz de absorber contaminantes presentes en el océano y transportarlos a diferentes lugares.
Estos datos no solo impresionan por los números que arrojan sino porque la playa de Juanchaco forma parte de las 47.094 hectáreas marinas declaradas, en 2010, como área protegida por su alto valor biológico para la nación y el mundo. Un territorio de amplia biodiversidad planetaria que hoy sufre los efectos de la aparentemente imparables de la contaminación plástica.
Como epicentro de vida, Bahía Málaga contiene alrededor de 1.396 especies de plantas y animales y su producción científica se ha centrado especialmente en el estudio de moluscos, crustáceos y peces. El lugar además comprende ecosistemas de bosques de manglar y sus aguas son sala cuna para las ballenas jorobadas.
Pese a que existen figuras normativas que buscan reconocer y proteger estas zonas de alto interés biológico e investigativo, actualmente este territorio no cuenta con Planes de Gestión Integral de Residuos Sólidos (PGIRS); llevando así a que las comunidades que habitan el lugar tengan como únicas opciones la quema de basuras o el acopio indefinido de la misma, esperando que mediante ayudas externas los desechos sean transportados hacia otro lugar. Una alternativa que además resulta carísima porque a este territorio solo es posible acceder mediante vía marítima o aérea.
El plástico que se apropia de las especies
Aunque los afectados por la contaminación plástica somos todos, sus efectos son más notorios, por ahora, con mayor claridad en animales que habitan los entornos marino-costeros.
"En la Playona, en el municipio del Chocó, pude ver una tortuga Laúd, un animal increíble que mide casi dos metros de largo y quedé sorprendido porque las ví poner sus nidos en una playa donde hay más plástico que arena”, dice Felipe Ladino, ecólogo egresado de la Pontificia Universidad Javeriana y quien actualmente trabaja para la Fundación Malpelo y Otros Ecosistemas marinos. “Ahora no me puedo sacar esa imagen de la cabeza, la tortuga estaba cavando su nido y poniendo sus huevos sobre cepillos de dientes, chanclas y todo tipo de basura" afirmó.
La tortuga que menciona Ladino es conocida como la “gigante del océano” porque es la especie de tortuga más grande del mundo y anida principalmente en Acandí, en el Chocó, en la parte del departamento que tiene costa en el Mar Caribe.
“Para esta tortuga en Colombia prácticamente ya no hay registros de anidación en las playas del pacífico. En nuestro país esta es una especie vulnerable, es decir, que se encuentra en peligro crítico de extinción”, dice Amalia Cano, directora de la Fundación Coriácea, una entidad civil sin ánimo de lucro gestada por estudiantes de biología de la Universidad de Antioquia en 2008.
”La Caná o Laúd se ve afectada por la contaminación por plásticos porque su principal fuente de alimento son las medusas y confunden las bolsas plásticas con estos animalitos. Ellas las ingieren y se van llenando de bolsas el estómago, lo que hace que atraviesen una muerte lenta a causa de inanición por falta de alimento real", afirma. El caso de esta tortuga ejemplifica cómo residuos contaminantes como el plástico provenientes de las zonas continentales del Pacífico pueden tener efectos extensivos en las playas y mares incluso del Caribe.
Algunos de estos animales marinos se vuelven vulnerables a los desechos arrojados al mar no solo por ingesta de estos materiales, sino también porque resultan atrapados en ellos. Este es el caso de una tortuga Golfina o Lora encontrada por investigadores del Instituto Politécnico Nacional CIIDIR Unidad Sinaloa en 2014, atrapada en un costal. Aunque el caso se dio en zona marina de México, según datos del INVEMAR esta especie es también la más frecuente del Pacífico colombiano.
Su rescatista, el doctor en biotecnología del medio ambiente Alan Zavala Norzagaray, docente del Instituto Politécnico Nacional nos permitió compartir este video del momento en el cual el equipo de Vida Silvestre del CIIDIR Sinaloa sacó al menos 1 metro de costal que la tortuga había ingerido al posiblemente intentar liberar su aleta mordiendo la malla de este residuo. Una especie que hace presencia tanto en Colombia como en las costas mexicanas y que actualmente se encuentra en estado de vulnerabilidad.
Así mismo el grupo de investigación en ecología y contaminación acuática, ECONACUA, de la Universidad Nacional de Colombia sede Palmira ha estudiado la presencia de microplásticos en peces de Buenaventura y Tumaco. María Camila Becerra, ingeniera ambiental y miembro de este grupo de investigación, estudió tres especies diferentes de bagres que se encuentran en la región pacífico y fue posible determinar que el 25% de ellas habían consumido microplásticos, "era aterrador ver en esa evaluación fibras de color azul, que posiblemente provengan de redes de pesca, y pequeños fragmentos de plástico en el estómago de estos animales" aseguró.
Para José Alejandro Vivas, investigador miembro de ECONACUA, quien ha estudiado la presencia de este tipo de plástico en peces de interés para la pesca artesanal como el cajero o pacora del pacífico durante 2020 - 2021 indicó que "de 467 individuos que evalué, 30 de ellos presentaban consumo incidental de microplástico. Lo que más llamó la atención es que de esos 30 individuos, 24 correspondieron a especies que son muy importantes comercialmente. Es decir, que se puede llegar a pensar que parte de la contaminación de estos peces podría influye en la salud humana, dado que estamos consumiendo especies que están contaminadas por microplásticos".
Aunque las especies mencionadas no fueron estudiadas por los científicos específicamente en Bahía Málaga nos explicaron que son animales que hacen presencia a lo largo de esta zona y que su ingesta de plástico se convierte en un problema incluso de soberanía alimentaria para las familias de pescadores y comercializadores de pescado en la región.
"Es cierto que una fuente de contaminación que se produzca en un punto del pacífico como Bahía Málaga puede generar afectaciones en otras zonas, inclusive puede llegar a afectar un corredor marino de especies con importancia biológica, tal como lo es el Pacífico Este Tropical”, explica Camila Salazar, Secretaria Técnica del Comité Técnico nacional del Corredor del Pacífico Este Tropical CTN-CMAR de la Comisión Colombiana del Océano.
“Sin embargo, para poder conocer la magnitud de este impacto y determinar hasta dónde se ve afectada un área u otra, se requiere contar con más información como la frecuencia con la que estos plásticos son arrojados al mar, su punto de partida, el tamaño, peso y materiales de elaboración, para así poder tener un panorama exacto de lo que ocurre con su movimiento a través de las corrientes marinas”, indicó.
La zona del Pacífico Este Tropical, a la cual Camila hace referencia, es un territorio marino de gran importancia biológica con presencia de al menos 160 especies entre endémicas y migratorias, muchas de ellas amenazadas o en peligro de extinción.
Allí convergen varios lugares catalogados como santuarios colombianos de fauna y flora como lo son la Isla Malpelo, Isla Gorgona y Galápagos; pero también se encuentran especies como el pargo y el bagre que son importantes para los pescadores de Bahía Málaga.

Mapa del área del Pacífico Este Tropical donde trabaja CMAR.
La discusión por los desechos
La zona protegida del Parque Nacional Natural Uramba corresponde únicamente a la porción marítima, es decir, que el océano es el área protegida pero el resto no. Su parte continental es corresponsabilidad de los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras y son ellas quienes organizan el territorio y gestionan con el Gobierno Nacional a través de Parques Nacionales Naturales las necesidades de la población.
En el Plan de Gestión Ambiental Regional (PGAR) 2015 - 2036 y el Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos para el área urbana del Municipio de Buenaventura no se contempla un plan específico donde se indique la gestión de residuos para Bahía Málaga. Pese a que este último documento fue publicado en 2014 por la Alcaldía Distrital y se planteó implementar la gestión de residuos de manera gradual en zonas rurales en un plazo de 5 años, parece que el tiempo se ha cumplido pero la instrucción no, con el agravante de desconocer con claridad quién es el responsable de su consolidación.
Al requerir el plan de manejo y sus avances en la zona rural a la Alcaldía de Buenaventura, la institución indicó que la construcción del documento no es de su competencia y que debía solicitarse dicho avance a la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC).
Comunicación oficial Alcaldía
Estos últimos también fueron consultados e indicaron que dichos planes tampoco eran de su competencia y que debían ser solicitados nuevamente a la Alcaldía. Una discusión sin fin que los líderes y habitantes de esta región conocen de primera mano y que manifiestan siempre termina disolviéndose, en el mejor de los casos, en algunas ayudas temporales para limpiar la basura de algunas playas.
Comunicación oficial CVC
En Colombia, alrededor del 65% de los residuos sólidos generados en las poblaciones costeras son mal gestionados y son descargados en cuerpos de agua naturales, lo que contribuye a la contaminación por microplásticos explica el INVEMAR y la REDCAM en un estudio sobre contaminación por microplásticos en el Caribe y Pacífico colombiano publicado en 2021.
Por su parte, Daniela Durán, experta en política ambiental y en análisis de contaminación por plásticos, asegura que esta discusión no debe seguirse planteando únicamente desde la perspectiva de la ausencia o falla en la gestión de residuos.
“Esta es solo una pequeña parte de todo el problema que genera el plástico. Efectivamente es la parte más visible y donde históricamente nos hemos concentrado”, dice Durán. “Por supuesto que estar expuesto a la basura plástica es un problema grave, pero este asunto atraviesa por todas las etapas del ciclo de vida de este material, el cual tiene múltiples afectaciones a la calidad de vida, a la salud humana y de las especies".
Para entender mejor la visión que propone Durán, generamos la siguiente infografía de las principales afectaciones durante el ciclo de vida del plástico:
Los esfuerzos por contener la contaminación
Ante la imposibilidad de una solución definitiva, se han desarrollado algunas iniciativas para intentar contener o al menos disminuir la velocidad de propagación de este problema.
“Le hemos enseñado a la gente que detrás de su casa haga un hueco y eche ahí todo lo sanitario para que no termine en el mar, porque eso sería peor; y que en los huertos va todo lo orgánico, todo lo que salga de su cocina, el agua de pescado y del pollo, que eso es bueno para las plantas”, dice Luz Dary, quien ha trabajado durante años en múltiples proyectos de reciclaje en Juanchaco, que, según ella, terminan quedando en nada, porque no tienen continuidad en el tiempo. Narra que con la organización Ecopazífico, se movilizó casa por casa, dando indicaciones a los comunitarios sobre cómo paliar la gestión de sus residuos y así ponerle algo de freno a la propagación de las basuras mal gestionadas.
Algunos de los desechos generados por la comunidad resultan más sencillos de tratar, sin embargo, desde que se popularizó el uso del plástico, éste se ha convertido en un verdadero desafío. Sus características de durabilidad y resistencia resultan casi imposibles de degradar en entornos naturales.
“Día a día el plástico va creciendo más. Hace 30 años uno no veía las cajas de icopor y ahorita eso está por todo lado. Usted sabe que cada día pareciera que vamos creando un nuevo producto para la contaminación”, dice María Murillo cocinera del restaurante Afromar de la playa La Barra.
En los corregimientos se han instalado puntos de reciclaje, botes de basura para separar los residuos, algunos de ellos sin uso, porque para muchos habitantes esta clasificación pierde sentido si solo sirve para arrumar los desechos.
Rommy Schreiber, caleña fundadora de la organización Ecopazífico, la cual busca apoyar acciones de reciclaje y de conciencia ambiental en entornos marinos y costeros con especial acción en Ladrilleros, Juanchaco y La Barra, ha logrado construir un sendero de estaciones ecológicas en estos lugares para promover la separación de desechos y brindar información sobre el área protegida en un intento pedagógico para desestimular el uso de plásticos desechables.

Estación de reciclaje Ecopazífico en Ladrilleros, Bahía Málaga. Imagen: Ecopazífico.
Así mismo, en 2019 un buque de la Armada Nacional coordinó el reto "Uramba Limpia", el cual recolectó 10 toneladas de basura acumulada en Bahía Málaga para trasladarla hasta el relleno sanitario de Buenaventura. Anualmente, este apoyo se repite una o dos veces y cuando se puede, como una alternativa para evitar cargarle el costo del transporte marítimo a estas poblaciones.
Actualmente, en Ladrilleros se encuentra funcionando el taller de reciclaje Plástico Precioso Uramba y hay un centro de reciclaje de mayor tamaño que funciona con energía solar en Juanchaco. En ambos lugares los residuos plásticos son limpiados y tratados para crear nuevas piezas útiles y potencialmente comercializables para la comunidad.
“Actualmente no hay un mesías, ni una solución divina que solucione el problema de la contaminación por plástico”, dice Robert Vivas, líder del proyecto Plástico Infinito, que se encarga de fabricar en Cali máquinas a baja escala para la transformación del plástico en zonas rurales. “No existe. Pero sí debemos unir todas las fuerzas y una de esas fuerzas es reciclar, aunque sabemos que no vamos a solucionar el problema únicamente reciclando. La contaminación por plástico es un grifo abierto, en donde el problema es cerrar la llave. En esa analogía ¿a quién pertenece la llave que hay que cerrar? Porque detrás de este problema hay intereses comerciales muy grandes".
Aunque estas iniciativas son importantes para los habitantes y han despertado la conciencia ambiental, expertos como Daniela Durán afirman que el reciclaje, aunque hoy es indispensable hacerlo, no soluciona verdaderamente el problema.
“Nunca vamos a poder reciclar toda la cantidad de plástico que estamos produciendo, ni la que vamos a producir, ni siquiera toda esa cantidad que está llegando a los territorios del pacífico”, dice la experta Durán. “De hecho, en promedio el 90% del plástico en nuestro país no se recicla y tampoco puede ser reciclado. De hecho el reciclaje del plástico no es un proceso infinito, porque eventualmente se vuelve tóxico”, advirtiendo además que esta contaminación debe ser atendida como un asunto vinculado al cambio climático y a la salud pública.
Han sido varias las iniciativas que desde las organizaciones sin ánimo de lucro, sector privado, grupos de voluntarios y proyectos de pequeña escala con entidades del Estado han intentado darle un alivio a esta problemática. Sin embargo, la contaminación por plásticos está lejos de desaparecer y por el contrario parece ir en aumento como un brote de fiebre que no cesa.
Las aguas turbias que enfrentan quienes hacen resistencia ambiental en la zona rural del Valle del Cauca
En el marco de las múltiples entrevistas y datos recolectados durante esta investigación académica y periodística fue posible conocer de primera mano historias de quienes han hecho resistencia ambiental para recuperar la salud de los ecosistemas y al mismo tiempo, brindarle a las comunidades más vulnerables nuevas formas de empleabilidad.
Lamentablemente los casos que se exponen a continuación son testimonio de las múltiples dificultades sociales que atraviesan ciertas poblaciones cuando buscan defender el medio ambiente, la vida y ponerle freno a las secuelas que genera la contaminación plástica a través de modelos de negocio locales.
Los frutos que no se dan

Ilustración: Desenlace Gráfico.
En 2020 en la zona rural del Valle del Cauca fue instalado un taller de reciclaje con el fin de que la comunidad local tuviera una alternativa para gestionar de mejor manera los desechos plásticos que llegan y se acumulan en esta zona costera. Al igual que Bahía Málaga, este territorio es considerado una playa remota, pues su única forma de acceso es a través del mar, de modo que tampoco disponen de ningún sistema de gestión de residuos.
Acá, el reto de la instalación de una planta de reciclaje resultó enorme, no solo porque llevar las máquinas hasta ese lugar fue un desafío logístico y de ingeniería que lograse transportar los materiales a través de largos recorridos por el mar, sino que además en esta comunidad no hay energía eléctrica para alimentar las máquinas que pueden transformar los residuos en materiales moldeables para la generación de nuevas piezas o productos.
De modo que, para hacer este sueño una realidad, fue necesario pensar un taller que pudiese ser puesto en marcha con la energía solar y así fue. Los paneles solares se convirtieron en una solución ideal para la comunidad, pues a través de ellos podían empezar a hacerle frente a la contaminación por plásticos y al mismo tiempo, refrigerar el pescado, una de las actividades económicas más importantes para las familias del pueblo. Todo a través de energías limpias.
Luego de las capacitaciones sobre cómo instalar las máquinas y las mejores prácticas para su funcionamiento, el sueño empezó a cobrar vida. Ya era una realidad la idea de generar nuevas piezas que pudiesen empezar a diversificar la economía del pueblo, era posible hacer artesanías a través del plástico, llaveros, recuerditos del lugar, objetos para el hogar y otros utensilios. Lo que antes era considerada basura que provenía desde Buenaventura, hoy podía ser una nueva fuente de financiación y ocupación para los comunitarios. Incluso las posibilidades de construir andamios con plástico reciclado para los palafitos de la zona empezaron a verse como una gran oportunidad.
Infortunadamente, meses más tarde llegaría la pandemia generada por el virus SARS-CoV-2. Por fortuna, las máquinas habían sido instaladas en su totalidad y las capacitaciones también pudieron llevarse a cabo antes de que fueran instauradas las órdenes de confinamiento. Sin embargo, la presencia del virus que traspasó largas fronteras volcó todo el proyecto al revés.
Esta zona remota e históricamente marginada se volvió aún más vulnerable con las órdenes de confinamiento nacionales y mundiales para evitar la propagación del virus; así mismo, el territorio en el cual se ha asentado el ELN, con el Frente de Guerra Occidental, y la columna Jaime Martínez, disidencia de las FARC, asentaron aún más su presencia con los ojos de las autoridades puestos sobre la lucha contra el nuevo virus.
Así lo ratifica Ariel Ávila, politólogo con maestría en sociología, experto en temas de violencia y seguridad plasma en su libro “El mapa criminal en Colombia, la nueva ola de la violencia y la paz total” que para inicios de 2020 en el distrito de Buenaventura “noventa y ocho personas fueron asesinadas, en promedio, una casi cada dos días, cerca de la cuarta parte de estos homicidios (25) sucedieron en el lapso de un mes en medio de las medidas más drásticas de confinamiento preventivo a causa de la pandemia de COVID-19”, enuncia el experto en el libro.
Este remezón de la violencia no fue ajeno a los territorios rurales, pues la incursión armada del ELN en esta zona empezó a erradicar los sueños de los habitantes de poder vivir del reciclaje como una nueva alternativa económica, en primera instancia fueron obligados a dejar de utilizar este taller y como segundo aspecto, la presencia de estos grupos se convirtió en una limitante enorme para hacer prosperar alguna idea de negocio diferente a las que impone el narcotráfico.
Una de las fuentes locales del proyecto manifestó que: “sumado a este problema también vimos que no bastaba con tener las máquinas instaladas y hacerlas funcionar, sino que también era muy costoso para nosotros poder sacar los productos por vía marítima para venderlos en tierra en las zonas comerciales”, dijo una persona asociada al proyecto que pidió mantener su identidad en el anonimato. “Era trabajar a pérdida, e intentar venderlos acá es imposible, si acá nadie quiere venir porque es peligroso”.
Los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC escalaron hasta tal punto que en abril de 2023, la Defensoría del Pueblo comunicó que 266 personas pertenecientes a esta comunidad y poblaciones aledañas fueron desplazadas de sus territorios, 100 de ellos eran menores de edad, que a partir de entonces habían llegado a Buenaventura, sin apoyo económico ni familiar, huyendo de los escenarios de violencia en la zona rural.
Lejos del manglar
Según el Ministerio de Ambiente, Colombia es el cuarto país del continente americano con mayor extensión de manglares, con aproximadamente 290.000 hectáreas; el 80% de estos ecosistemas se encuentran en la zona del Pacífico.

Ilustración: Desenlace Gráfico.
Estas zonas donde el mar se encuentra con el río son tan ricas en nutrientes que múltiples especies nacen en sus aguas y entre sus raíces, pues una de las características más representativas de los manglares son los caminos rodeados por árboles que emergen del agua. Lamentablemente durante décadas en Colombia se percibieron los manglares como los filtradores de basura y capaces de resistir cualquier tipo de abuso ambiental dado que sus largas ramas podían captar residuos y evitar que llegaran tan fácil a la costa. Hoy sabemos que esa apreciación no podía estar más alejada de la realidad y que los manglares son ecosistemas ricos y únicos pero al mismo tiempo muy frágiles.
En 2015 un líder de una comunidad costera del Valle del Cauca, con salida a los manglares, decidió organizar un grupo comunitario para proteger el mangle del descuido local, de las basuras que eran constantemente arrojadas en él y de la desaparición de sus bosques. De este modo, decidieron conformar una organización que promoviera el turismo por el manglar, al mismo tiempo que les generaría una nueva fuente de ingresos. La idea se hizo realidad, pudieron limpiar la zona, deshacerse de la basura en la tierra y en el agua.
El rojo, el blanco, el negro, el piñuelo y el nato se convirtieron en el mayor atractivo turístico, pues sus visitantes podían apreciar la naturaleza y aprender los conocimientos tradicionales que las comunidades y la madre tierra tenían para compartir. Crecieron con apoyo de las autoridades gubernamentales y también de las organizaciones sin ánimo de lucro. Crecieron tan alto como las raíces que brotan de estos árboles pantanosos.
Sin embargo, ganar reconocimiento y visibilidad significó también atraer la atención equivocada, “dijeron que nos estábamos haciendo ricos con esto y vinieron de fuera a cobrarnos vacunas”, explica uno de los líderes de la iniciativa que prefirió mantenerse en el reportaje como una fuente anónima. “Nos negamos a pagar, porque nuestro trabajo era cuidar el manglar y no estábamos haciendo nada malo con eso”, afirmó. En menos de un año, todo el camino recorrido y los obstáculos superados viraron hacia el rumbo menos esperado.
El líder de la iniciativa tuvo que partir de la comunidad con su familia temiendo que las amenazas de muerte que empezó a recibir se hicieran realidad. Fue desarraigado del bosque nativo, de los conocimientos ancestrales y de su cultura para navegar hoy solo, a bordo de una lancha lejos rememorando con nostalgia su territorio. Quienes se quedaron prefirieron enterrar los sueños de vivir del turismo natural, evitar problemas y resignarse a oficios varios con los que no incomodaran a nadie en la comunidad, ni en los alrededores de ella.
Hoy lejos del manglar se cuentan sus historias de lo que pudo haberse logrado y de las pequeñas victorias alcanzadas en el camino de la protección de una zona sensible para la biodiversidad, para la vida y para los honores tradicionales del pacífico ancestral.
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